Durante mi tiempo como azafata de vuelo visité lugares excepcionales y viví muchas experiencias inolvidables (algunas de ellas seguramente nunca vuelvan a repetirse!)… y es que, aunque el trabajo tenga sus cosas malas, no puedo dejar de contaros los buenos recuerdos que me ayudó a construir. Hoy vengo a contaros las 10 experiencias más increíbles que viví siendo azafata de vuelo.
1: Bucear con tiburones
La primera vez que viajé a Durban (Sudáfrica) fue durante mi primer mes volando, y cuando mis compañeros de vuelo me preguntaron si me apetecía ir a bucear con tiburones, me faltaban dos cosas: el dinero y la energía para levantarme a las 4 de la mañana entre vuelo y vuelo. Y al día siguiente me arrepentí, porque al fin y al cabo, si hubo un motivo por el que decidí trabajar como azafata de vuelo fue para vivir nuevas experiencias, sin importar cómo de arruinada y/o cansada pudiese estar.
Por suerte, al mes siguiente me tocó, otra vez, volar a Durban, y esta vez no pensaba perder la oportunidad. Y parece ser que todo ocurre por algo… ¡bucear con tiburones de punta negra fue una experiencia increíble!
Pero lo mejor de todo fue que, casualmente, en el trayecto en barco nos cruzamos con una ballena jorobada y su cría que fueron protagonistas de una de las experiencias más inolvidables de mi vida.
2: Ver un león blanco
Sudáfrica es, sin duda, uno de los mejores lugares del mundo para ver animales espectaculares.
En mi primera visita a su capital, Johannesburgo, un par de compañeros y yo decidimos visitar un parque donde pudimos observar de muy cerca (eso sí, desde el coche) uno de los animales más impresionantes que nunca he visto, este precioso león blanco.
Y de paso nos hicimos amigos de esta simpática jirafa que no dudó en darnos un lametón en la cara a más de uno…
Disclaimer: Por desgracia, aunque siempre he sido amante de los animales, allá por 2014 no estaba tan informada sobre derechos animales como ahora, y cometí el error de no investigar a fondo el parque al que nos llevaron. Se autodefinían como «Parque de conservación de especies salvajes» cuando en realidad permitían actividades con los animales que, aunque a priori parezcan inofensivas (y a mí me lo parecieron en ese momento) hoy en día me horrorizan – como permitir que la gente se acerque a tocar a los leones cachorros, que se pasan el día entre rejas aguantando a extraños que se turnan para hacerse fotos con ellos, mientras el parque se llena los bolsillos a su costa.
Casi 6 años después aún siento un nudo en el estómago al ver esta imagen…
Si tenéis pensado visitar algún parque de conservación de animales, por favor, no cometáis el mismo error y aseguraos de que se trata de un santuario certificado en el que no se explote a los animales. Si permiten cualquier tipo de interacción con animales salvajes o en peligro de extinción que no ocurriría de forma natural, evitadlos a toda costa.
3: Subir a la Gran Muralla China
Pekín, o Beijing, es uno de esos nombres que la tripulación tiembla al oír. Durante mi primer año como azafata de vuelo, no paraba de escuchar a mis compañeros quejarse de los vuelos a la capital China e intentar librarse de ellos por todos los medios. Pero yo fui una de las por algunos llamadas “afortunadas” a la que nunca mandaban a China. Por eso, cuando descubrí, poco antes de dejar la empresa, que me había caído un Pekín en mi roster, me picó la curiosidad y me hizo mucha ilusión. Al fin y al cabo, nunca había estado en China, y la mayoría de los vuelos con mala fama al final resultan no estar tan mal.
Y para que os voy a engañar: fue un vuelo bastante tranquilo con uno de los layovers más divertidos que recuerdo.
Un par de azafatas y otro par de pilotos vinieron conmigo a visitar la Gran Muralla. Después de una hora y media de trayecto en bus, subimos a la muralla en telesilla. Dicen que es mentira eso de que se ve desde el espacio… pero desde lo alto parece interminable, especialmente cuando subes sus escalones (que por cierto, son de un tamaño inhumano, hasta el punto en que algunos tuvimos que escalarlos más que subirlos andando…) en pleno solarín veraniego y con pantalones largos. ¡Pero las vistas hicieron que mereciera la pena! Fue una de las experiencias más especiales que viví siendo azafata de vuelo.
4: Visitar Nueva York en invierno
Sólo hay una ciudad más de película que Nueva York, y esa es Nueva York… ¡cubierta de nieve!
Las dos veces que visité la Gran Manzana dio la casualidad de estar nevando, así que cuando subí a lo alto del Rockefeller Center, visité Central Park o fui de compras por la Quinta Avenida, fue siempre con la ciudad cubierta por un manto blanco. Y sinceramente… nunca me había importado tan poco estar a 10 grados bajo cero! Y parece ser que a las ardillas tampoco…
Unos años más tarde he tenido la oportunidad de pasar un par de veranos en la ciudad, y verla en una luz totalmente diferente, aunque igual de maravillosa. No te pierdas este post donde recomiendo algunos de los lugares más instagrameables de Nueva York.
5: Ver un eclipse solar desde el cockpit
Siempre me ha fascinado el espacio, especialmente esos fenómenos que sólo ocurren de vez en cuando. De pequeña, yo era la niña friki del colegio que se compraba un cristal de soldar en la ferretería antes de los eclipses para poder salir al patio a verlos.
Por eso, cuando en 2015 leí que habría un eclipse solar que sólo sería visible en ciertas partes de Europa, me puse a hacer cuentas. Casualmente, el día del eclipse estaría volviendo de Estados Unidos, volando sobre el norte de Polonia a la hora perfecta para poder verlo. Así que antes de despegar le pregunté al comandante (el cual, por cierto, no tenía ni idea de que había un eclipse ese día) si podía avisarme. Me aseguré de tomar mi descanso antes del fenómeno y esperé impaciente hasta que me llamaron desde el cockpit invitándome a ver el eclipse que acababa de empezar.
No llegó a ser un eclipse total, y la vista a través de las pantallas solares de los pilotos no fue tan impresionante, pero el simple hecho de estar viendo un fenómeno similar desde la cabina de un A380 le dio cierto encanto y lo convirtió sin duda en el eclipse más especial que he visto hasta ahora.
6: Hacer esquí acuático en Mauricio
Uno de los “layovers” que recuerdo con más ilusión fue el que disfruté en Mauricio. Tuvimos la suerte de alojarnos en un increíble resort en Blue Bay, que fue posiblemente uno de los mejores hoteles en los que he estado.
La terraza de mi habitación se abría directamente hacia una preciosa playa de arena blanca en la que apenas había un par de barcas amarradas y ni un alma bañándose.
Lo mejor, sin duda, fue descubrir que todas las actividades acuáticas estaban incluidas… y el hecho de que fuese invierno en el hemisferio sur y la temperatura no invitase a darse un baño no me impidió probar un deporte que tanto tiempo llevaba deseando hacer: el esquí acuático.
Además, el comandante de nuestro vuelo resultó ser un gran amante de los barcos que decidió llevarnos a dar una estrepitosa vuelta por la bahía en un catamarán y dejarnos atrancados en una barrera de coral. Pero esa es otra historia que ya os contaré algún día…
7: Cruzar el Golden Gate
San Francisco es una de esas ciudades que había visto tantas veces en la televisión, que cuando pude verla en persona tuve la sensación de estar soñando. Así que poder cruzar el famoso Golden Gate tenía que estar en esta lista… en persona es aún mucho más grande e impactante!
8: Subir al edificio más alto del mundo
Durante mi tiempo en Emirates tuve la suerte de vivir en Dubai, la ciudad del “pues yo más y mejor”. Allí está el centro comercial más grande del mundo, la fuente más grande del mundo, el anillo de oro más grande del mundo… y, por supuesto, el edificio más grande del mundo, el Burj Khalifa. Así que cuando mi familia vino a visitarme, aprovechamos para subir a lo alto… y las vistas no decepcionaron!
Dubai es una ciudad llena de contrastes, y no hay mejor forma de observar los rascacielos rodeados de desierto que desde lo alto del Burj. Y eso que cuando tu oficina está a 12,000 metros de altura es difícil que las vistas desde un rascacielos te impresionen….
9: Escalar hasta el signo de Hollywood
Vale, ésta la hicimos a medias, porque después de intentar tres caminos diferentes no encontramos la forma de llegar hasta arriba del todo… pero conseguimos llegar lo bastante cerca para hacer esta foto y lo pasamos genial por el empinado camino de tierra. Fue de las pocas cosas que me dio tiempo a hacer en Los Ángeles, pero sin duda una experiencia inolvidable.
Eso sí, acabamos sudando como pollos y muy hambrientos. ¡Nada que no se pueda arreglar con una pizza en el paseo de la fama!
10: Despegar y aterrizar en las islas Seychelles
Si alguna vez habéis viajado a uno de esas islas paradisíacas de aguas turquesa y arenas blancas, seguramente no pudisteis evitar hacer un par de fotos desde la ventanilla del avión. Y es que toda vista mejora cuando se ve desde las alturas…
En mi viaje a Seychelles, tuve la suerte de que me asignaran una posición extra en la que no era responsable de ninguna puerta, por lo que durante el despegue y aterrizaje me dejaron sentarme en el cockpit (algo bastante poco común). Fue uno de los momentos más increíbles de mi tiempo como TCP – la pista está literalmente al borde del agua!
Os dejo una foto del aeropuerto para que os hagáis una idea…
Y hasta aquí las 10 experiencias más increíbles que viví siendo azafata de vuelo!
Contadme en comentarios si habéis hecho alguna ellas o si os gustaría, o qué cosas increíbles habéis hecho vosotros estando de viaje 🙂
Gracias por leerme y nos vemos pronto!